“La frase ‘todo tiempo pasado fue mejor’ no indica que antes sucedieran menos cosas malas, sino que —felizmente— la gente las echa en el olvido”, dice Ernesto Sabato que dice el pintor Juan Pablo Castel en El Túnel.
Cada domingo cerca de casa se monta un tianguis. Tianguis, que proviene del vocablo náhuatl tiankistli (mercado) y que es básicamente eso: un tradicional mercado mexicano ambulante.
Este tianguis, por ejemplo, sólo se instala los domingos. Comienza sobre las 7 de la mañana y para las 4 de la tarde la mayoría de puestos —algunos instalados con un plástico sobre el piso, otros con mesas plegables y toldos— han desaparecido.
Mientras que otros tianguis son específicos (de autos, por ejemplo) este es más bien todista: Hay ropa, tenis (zapatillas), pan, fruta fresca, carne que se va cocinando y otra que no, juguetes en su quinta oportunidad de vida. Pero lo mío es hurgar entre los vejestorios. ¿Un iPod Photo lanzado en el 2004 es ya un vejestorio?
No sé si era un tiempo mejor.
A mí me gusta creer —que no digo que lo crea del todo, pero me gusta…— aquella frase que acuñó G. Michael Hopf: “Los tiempos difíciles forjan hombres fuertes. Los hombres fuertes crean buenos tiempos. Los buenos tiempos crean hombres débiles. Y los hombres débiles crean tiempos difíciles”.
Mi buen amigo Lisandro tiene una perspectiva diferente: no hay ciclo, todo simplemente va hacia peor.
Quisiera creer lo contrario. Quisiera creer que algo bueno viene después de lo que sea que está de moda hoy. Que allá en el futuro hay unos The Beatles o unos Led Zeppelin esperando su momento.
En una suerte de venta de garaje encontré una colección de tesoros en discos compactos originales: The Beatles, Led Zeppelin, U2, Ray Charles, Calamaro, Red Hot Chili Peppers y Molotov a 10 pesos, menos de medio dólar, cada uno.
Así que recurrí al tianguis para complementar mi colección de desconexión retro: un coqueto estéreo LG con reproductor de CDs, de aquellos que ya para qué iban a traer casetera. Costó unos 12 dólares.
Y hoy se luce junto a un iPod Photo del 2004, un iPod touch de 2007 y un iPhone 4 de 2010 que eché a perder cuando lo actualicé al iOS 7 y todo el sistema adquirió un simplismo aburrido, que Apple ha extendido hasta hoy (Liquid Glass, a ti te hablo).
Cuando estoy en la computadora, prendo el estéreo, le pongo un CD. O lo enlazo al iPod o al iPhone con un cable que tiene esos plugs que los teléfonos hace años que ya no soportan.
Salgo a caminar por la calle usando el iPod y un par de audífonos alámbricos.
Y soy feliz.
Porque quizás habíamos logrado un punto de perfección tecnológica en la historia que pronto echamos a perder. La música era nuestra y los algoritmos no pretendían saber que sabían algo de nosotros.
O quizás simplemente ya tengo casi 40 y los años pesan. Y, como diría Sabato que decía Castel, es que he echado al olvido las cosas malas que la tecnología de aquella época tenía.
Es sólo que no logro encontrar cuáles eran.





