Somos lo que (¿b?) votamos

Cada nuevo congreso peruano es lo mismo. Que “este congreso no me representa”, se quejan muchos. “Que se vayan todos”, se insistía poco tiempo atrás.

Pero ese congreso, y ese gobierno, fue elegido democráticamente. Y, ¿acaso hay algo más representativo que unas elecciones en un país medianamente democrático?

Porque una cosa es una encuesta. Que tanto por ciento desaprueba la gestión de tal, que tanto por ciento quiere que sí, que se vayan todos. Que tanto por ciento cree, también, que los marcianos llegaron ya.

Es, claro, una encuesta con una amplísima muestra de 2000 consultados, con más o menos tanto por ciento de margen de error, y que, seguro que sí, representan a los sectores  de la A a la Z.

Pero en las últimas elecciones generales del Perú, las de 2021, participaron más menos 18 millones votantes de poco más de 25 millones de electores hábiles. Algo menos de 18 millones en la primera vuelta, casi 19 en la segunda vuelta.

Entonces, ¿hay algo más representativo que unas elecciones en un país medianamente democrático?

Que el congreso, que el gobierno, no nos representa, insisten. Pero entonces, ¿a quién representan? A los poderosos y corruptos, seguro replicará alguien.

Hablando de encuestas, la última Encuesta Nacional sobre Percepciones de la Corrupción en el Perú, realizada en 2022 por Ipsos para Proética, capítulo peruano de Transparency International, tiene una cita por demás curiosa.

Y dice así: “Si bien 4 de cada 5 peruanos consideran que los peruanos son corruptos, esta percepción va bajando a medida que se acerca a la propia persona, de manera que solo 1 de cada 10 considera que sus amigos o familiares son corruptos y solo el 6% se consideraría a sí mismo como una persona corrupta”.

Esos muchos peruanos son unos corruptos. Mis amigos, familiares y yo, jamás.

¿No nos representan?

El 1 de agosto de este año, unos 50 contenedores cayeron de un barco carguero en la costa peruana, frente al puerto del Callao. Los contenedores flotaron, parece, hasta un poco más cerca de la costa. Y se armó el mercado. A nado y en botes los peruanos se echaron a la mar y llevaron a la costa lo que encontraron. Había ahí, dice la prensa local, cosas de las tiendas digitales asiáticas Temu, Shein y Aliexpress. Productos de belleza, plásticos, electrodomésticos —lavadoras incluidas— estaban poco después al remate sobre la playa. 

“Está con agüita, pero no importa. La gente lo enjuaga y ya lo usa”, dice El Trome que dice Canal N que dice una vendedora.

“‘Todo esto lo hemos sacado del mar. Lo limpiamos y lo vendemos. ¿Dónde está el delito?’, afirma una comerciante, mientras enjuaga con lejía un dispensador de alcohol todavía mojado”, reporta El Trome.

¿No nos representan?

Es que, como con la encuesta de Ipsos/Proética, los malos son esos otros. Los malos son esos congresistas, esos presidentes, esos-esos-esos. ¿“Nosotros”, “yo”? No, imposible.

Y quizás por eso nos duele mirarnos al espejo gigante y sincero que significan los resultados electorales. Que hay de todo, que el “roba luz”, que el “come pollo”. Ya habrá, seguro, más temprano que tarde, el “vende Temu”.

De momento, siete de los últimos 11 presidentes peruanos han sido acusados o directamente procesados por corrupción.

No uno, no dos. Siete. De momento. Es mucho como para ser solamente una racha de mala suerte, ¿no?

A puertas de un nuevo proceso electoral para elegir a quien gobernará el Perú por cinco años —si una nueva vacancia por denuncias de corrupción no lo impide—, y a los nuevos padres de la patria (como se les dice cada vez con más ironía a los congresistas) quizás convenga “apechugar” y mirarnos al espejo y reconocernos: ¿Quiénes somos? ¿Qué padecemos? ¿Qué debemos cambiar, extirpar? Y, claro, ¿qué debemos potenciar? Y comenzar hoy mismo, que eso no se cambia en unos pocos meses o en un periodo presidencial.

Pues hasta que no seamos capaces como nación —¿“la patria”?— de mirarnos al espejo, seguiremos siendo lo mismo. Y (¿b?)votando lo mismo.

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