Lo que el público quiere me eriza la piel. Y no sólo a mí.
Hace como una década, en Lacrónica, el maestro cronista argentino Martín Caparrós advertía sobre el “periodismo encuestador”: “Los editores siempre tuvieron la ansiedad de satisfacer a su público; nunca tuvieron, como ahora, tantas técnicas para determinar qué quiere”.
Líneas antes, Caparrós lista las 10 “noticias más leídas” que encontró en un “diario prestigioso” español: hay algo sobre actrices porno, crónica roja, fútbol, juegos de video y algo de espectáculos.
“Parece claro que habría que hacer periodismo contra la demanda más primaria del público: contra el público. Que periodismo no solo es contar las cosas que algunos no quieren que se sepan. Que periodismo es, cada vez más, contar las cosas que muchos no quieren saber”, dice. Y lo quiero imprimir y pegar en mi pared, más grande que el póster de Aerosmith que tenía a los 15.
Hoy podríamos recurrir a las tendencias de Google. Una o dos cosas de la coyuntura actual. Mucho —demasiado— deporte y, claro, espectáculos.
Eso es lo que el público quiere. ¿Qué es lo que los periodistas deberíamos (¿deberíamos?, ¿quiénes nos creemos que somos?) darles?
La respuesta puede ser algo más complicada que “esto es lo bueno, esto es lo malo y esto es lo feo”.
Conocer las tendencias en el mundo digital sirve para algo importante: el dinero. En otros tiempos, los anunciantes hacían cálculos de audiencia, algún tipo de segmentación general con base en encuestas hechas por sabe Dios quién y sabe Dios cómo, y lanzaban sus anuncios con un amplio margen de error sobre su rentabilidad.
Hoy la publicidad digital va tan bien dirigida como los tiros del turco Yusuf Dikec: los anunciantes saben a quién, dónde, qué le gusta, qué busca. En ocasiones, parecen saber lo que quieres antes de que lo pienses.
Y la forma en la que un medio digital puede rentabilizar esos anuncios es publicar contenido sobre eso que está en tendencia, lo que el público quiere. La otra opción podría parecer un rumbo de colisión hacia el desfiladero del desfinanciamiento.
Entonces, ¿qué es lo que los periodistas deberíamos darles?
Unos colegas han optado por poner la barrera del “o me pagas o no me lees”. Otros, más independientes —dicen— reciben financiamiento de magnates filántropos para mantenerse —dicen— libres de intervenciones externas. ¿Se puede criticar a George Soros recibiendo grants de George Soros? No lo sé, Rick.
¿Hay un punto intermedio entre la mercadotecnia y el periodismo? Creo que sí, necesitamos que sí.
La IA contra las máquinas de escribir
Esto se leía en la revista ¡Despertad! de los Testigos de Jehová, en 1981:
“Una vez que se ha introducido el texto en el sistema mediante el teclado, entonces el trabajo de compaginación e imposición que solía requerir horas puede efectuarse en minutos. ¡Ya no es necesario fundir plomo para hacer líneas de linotipia ni clisés, lo cual ahorra energía costosa! Se requieren menos obreros para componer el texto, y la mayoría de éstos no tienen que ser peritos”.
Les confieso que tuve que buscar qué eran linotipia y clisés.
Nuestra respuesta de oficio a la inteligencia artificial puede ser tan dramática como sencilla: aprender a montar el toro salvaje de la IA para que no te bote. Porque ya está aquí. Leía hace poco sobre el doloroso negocio que ha significado K-Pop Demon Hunters para Sony en Fortune, con esta leyenda al pie: “Para esta historia, Fortune utilizó inteligencia artificial generativa para elaborar un borrador inicial. Un editor verificó la precisión de la información antes de publicarla”.
Entonces sí, o le aprendemos y la dominamos o “hasta la vista, baby”.
No es que lo mantenga en secreto. Muchas imágenes de esta web son generadas con Abacus.AI. Y he hecho ya videos también con IA, en algunos casos usando Grok. ¿Podría haberlos hecho contratando diseñadores y animadores? Seguro que sí. ¿Haber aprendido a diseñar y animar yo mismo? Claro. Cualquiera de esas opciones me hubiera demandado más presupuesto y tiempo del que le puedo dedicar.
Y quizás mientras algunos debatimos sobre los peligros de la IA, un buen grupo la usa para crear memes y hacer, por ejemplo, que los personajes de Harry Potter canten corridos.
Al final: la cámara no toma las fotos, el teclado no escribe las palabras. La IA no debe decidir lo que piensas. Los periodistas tampoco.
*Ilustración: David Ramos x GPT-5 (Abacus.AI)





