Sobre mí

david ramos

En el tercer ciclo de la carrera de Ciencias de la Comunicación, un profesor soltó una máxima de vida que me ha servido hasta el día de hoy, casi dos décadas después: nadie los animó a estudiar esto, dijo, o algo así. Sigo con el parafraseo: ustedes no han entrado a una de esas carreras que todos los padres quieren que sus hijos estudien. Ustedes entraron aquí porque esto les apasiona. El día que esta carrera no les apasione, búsquense otra cosa qué hacer.

Esas palabras hicieron eco hasta en el último hueso de mi ser. Era totalmente mi caso. Ni mis padres, ni mis hermanos, ni mis amigos, ni nadie me había dicho que era una buena idea. De hecho, tuve que convencerlos. Ese fue, quizás, sin haber comenzado la carrera, mi primer desafío como comunicador.

Durante años, había querido ser médico, uno de los buenos, como lo es papá. Tenía dos amigos con los que desde el inicio de la secundaria hablábamos sobre cómo los tres estudiaríamos en la misma universidad, en la misma facultad, la misma carrera: Medicina. Pero conocí las comunicaciones y todo cambió.

El padre de uno de mis mejores amigos, si acaso no el mejor, trató de disuadirme en una larga conversación: ¿Es que acaso me había vuelto bruto? Creo que nunca lo convencí de que no, que no me había vuelto bruto. Lo que quería, brutalmente, era ser comunicador. Pero qué más da. Mis padres apostaron, y el que ganó fui yo. Soy comunicador. Uno apasionado, de los que no se ha buscado hoy otra cosa.

Y aquí me tienen ustedes, buscando cada día escribir la mejor historia. Pasen, que están en su casa.